miércoles, 4 de junio de 2008

La dama de rojo.


Al fin me decido a escribir en lo que considero es mío. MMM. Otro día escribiré acerca de esto. Pero bueno. Hoy muchachos y muchachas vengo a contarles una historia de esas que si algún famoso director de cine o de novelas descubriera harían más millones que los que tienen. A decir verdad dejarían todo por conocer al protagonista de esta historia. Esta es la historia de una mujer que lleva toda una vida enferma. Disfrutaba de la comodidad de su casa en el norte. Oh sí, el norte, donde todo suele ser bonito, calmado y silencioso. Solía comer McFlurrys después de ir al cine. En las noches de los viernes llegaba a la una de la mañana con su esposo después de haber estado en el club del cisne. Todos los viernes hacían el amor sin tener sexo. Ella era muy feliz. Un día, mientras caminaba por una calle del norte y lucía un vestido Tcherassi blanco como el algodón, algo rojo muy rojo machó la hermosura. Sintió un leve dolor estomacal. Tal vez era exceso de McFlurrys con M&M. Pero no, amigos, era algo más que una urgencia. Mientras más caminaba el dolor se recrudecía en su interior. No aguantó más. Tomó un taxi que la llevo a la casa de un amigo doctor de ella. Él era el doctor de la familia. Sus niñas fueron recibidas por las manos de este doctor. Ella confiaba mucho en él. Cada vez que algún miembro de su familia enfermaba ella no dudaba en recurrir a él. Ella confiaba que esta vez sea como aquella de esas veces. Después de la angustia viene un McFlurry con M&M. Pero no esta vez. ¿Acaso esta sería una buena historia que contar si no estuviese la tragedia? Pero créanme, muchachos y muchachas, tiene un final feliz. Ella llegó sonriente a la oficina de su amigo como aquellas tantas veces. Siempre llegaba con la preocupación por el suelo y el optimismo por las nubes. Mientras él la examinaba ella bromeaba. Después de todo es una amante de McFlurrys con M&M. El creciente optimismo de ella contrastaba con la gravedad del estado de su vientre. Su amigo esta vez no tenía nada que decir. Se fueron los diez años de medicina moderna. Esta era una enfermedad que la ciencia no conocía. Esto era inhumano. Ella preguntó que era. A diferencia de antes, el no sonreía y se vio envuelto en aquella situación que todo médico no quiere hacer parte, la de no saber que es. No lo sé y fue entonces que comenzó oficialmente 12 años de tragedia para esta buena mujer. Su amigo consultó con el cuerpo clínico. Nada. Luego le recomendó a un especialista que tenía fama de ser el mejor. Ella pagó mucho por esta consulta pero al igual que antes, nada. El mejor especialista de la ciudad no sabía nada en lo absoluto. La decepción crecía en ella así como esta enfermedad. El vestido blanco Tcherassi ya no lo usaba. Estaba manchado de sangre. Durante 12 años viajó por todo el mundo y lastima no era por placer. Durante 12 años ella peleaba con esas malditas palabras. Nada. No lo sabemos. Imposible encontrar resultado. Esta enfermedad le quitó todo el dinero que ella tenía. Pero eso no era lo peor. Esta maldita enfermedad le quitó a su familia. Su esposo se fue tras los brazos de otra mujer. Otra que si estaba sana. A sus hijas les fastidiaba el olor más bien el hedor. Ellos no querían abrazarla. Es que ella contaminaba todo. Ya no habían McFlurrys con M&M. Porque el lugar que los vendían era muy exclusivo. Verán ya esta mujer que se vestía de blanco con aretes y collares de perlas, que su cabello parecía el resplandor del sol por las mañanas, esta mujer ya no era esa mujer. La consideraban como una pordiosera, peor que a una. Ella sin dinero y sin vida ya no transitaba por las calles del norte ahora vivía en el centro cerca del río donde lo peor de esta ciudad era desplazada por la elegancia que puede comprar la prosperidad. Ya ella no estaba rodeada de amigas que lucían prendas Studio F. Ya no iba a los cines. Los viernes en la noche lloraba amargamente hasta más de la una de la madrugada. Es que ya no hacía el amor. Amigos ella perdió todo. Solo queda esta enfermedad y unos muy buenos recuerdos.

Un día soleado que solo las felices personas pueden disfrutar en medio de su hedor y de las lágrimas de una señora que tenía una hija que fue sanada escuchó como un tal Jesús hizo el milagro. Escuchó que estaba cerca y que estaba dispuesto a sanar cualquier enfermedad. Ella lo había visto por televisión hace un año pero como estaba en otra ciudad no podía ir a verle. Ella al salir por la 17 se encontró con tremendo trancón. La gente quería verlo, abrazarlo, pedirles que le ayude. Ella en esos 12 años había aprendido algo. Que todo lo que tocaba lo volvía inmundo por eso amigos míos es que ella estaba vivía todavía. De esa manera es que ella obtenía su comida. Abriéndose paso por los sanos. Ya no le importaba nada. Es que nada era todo lo que tenía. Por un vacío entre la multitud vio a esta Jesús. Fue un momento sublime de esos que ella tenía los viernes por la noche hasta la una de la mañana. En las noches de los viernes la luna se unía con el lago para crear la mejor escenografía. La luna brillaba con todo esplendor y el agua hacía como si fueran dos. Así ella referenció a este tal Jesús. Entonces se valió de su condición para abrirse paso y decía: Yo sé lo que es contaminar todo a mí alrededor. Si yo tocara el borde de esa camisa se que El me contaminaría mi enfermedad y entonces seré sana. Ella apresuradamente corrió y la gente la rechazaba. Era eso lo que ella quería que le dejaran el camino libre. Metro a metro más cerca de ese tal Jesús recobraba aquella sonrisa que cargaba cuando iba a ver su amigo doctor. Metro a metro ella recobraba ese olor que solo se encuentran en las calles de París. Ella casi podía oler a Channel o a Givenchi. Ella olía a lo que la pureza de la santidad y de la sanidad olía. Ella olía a lo que huele ese tal Jesús. Cuando al fin llegó a la espalda de ese tal Jesús milagrosamente fue sanada a pesar que ella tenía las mismas ropas sucias y manchadas. Ella ya no era la misma. Es que amigos cuando tú te encuentras con Jesús mas nunca serás igual. Ella amigos le acababa de robar un milagro al tal Jesús. El no tuvo que verla para sanarla. Solamente ella se acercó y arrebató un milagro. Al darse cuenta de su insolencia tuvo miedo. Verán, ella ya no estaba con un semejante. Ella ya no creía en diagnósticos lógicos. Ella ahora estaba delante de un tal Jesús que la gente decía que era el Hijo de Dios. Ella ya no creía a la gente. Ella estaba frente a frente con Dios. Ese tal Jesús le dice a uno de sus colaboradores que quien lo acaba de tocar. Esto es como si fuese una comedia. El pregunta quien lo acaba de tocar. ¿Que acaso no ves que toda esta gente nos están apretando? ¿Y tú preguntas quien te toco? Pero El insistía. ¿Quién fue la persona que acaba de irrumpir en mi vida para sorprenderme? El reconoce la persona y la busca entre la gente con una mirada que puede discernir los corazones. La sanidad de la mujer es la que mas brilla de entre toda la multitud. Después de todo ella es una atrevida. Con temor y temblor se puso enfrente de Jesús. Y le explicó todo. Hubo un silencio entre ella y El. Ella esperaba alguna bofetada por su insolencia. Ella estaba acostumbrada a que la golpeen. Recuerden que ella era una ladrona y que para vivir tenía que correr. Pero en vez de una bofetada ella recibe las palabras que desde hace 12 años anhelaba. Tranquila has sido sanada de tu enfermedad. Imaginen amigos ella al fin podía de nuevo disfrutar de su antigua vida. No me pregunten qué pasó después con ella. Unos dicen que se fue y ya nadie supo más de ella. Otros dicen que se fue con ese tal Jesús. Sea lo que sea ella fue sanada porque se encontró cara a cara con Jesús. Ese, amigo mío, aún cambia personas que se atreven a tener un encuentro con El.

1 comentario:

Yo soy Escribidor dijo...

Bien la adaptación barranquillerísima. Vamos en buen camino.